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sábado, 12 de mayo de 2018

HASTA QUE LE PAREMOS LOS PIES.

Hasta que le paremos los pies

Un dirigente de Esquerra dice de Torra que «es un freak imprevisible»

La palabrería es cosa de títeres y los Estados atienden a los hechos. Un dirigente de Esquerra dice de Torra que «es un freak imprevisible. Hará lo que le diga el forajido hasta que le paremos los pies nosotros o la Guardia Civil». Éste es el terreno de juego. Y la soflama del candidato hay que situarla en su contexto: un parlamento autonómico, salido de unas elecciones convocadas por Mariano Rajoy en virtud de la aplicación del artículo 155 -a las que todos los partidos llamados independentistas se presentaron, pese a haber declarado la independencia-, con un candidato al fin legal, tras las intentonas fallidas de investiduras contrarias al ordenamiento jurídico.
Por incendiario que haya sido, el discurso de investidura de Quim Torra ha constituido otra victoria del Estado y la enésima derrota del independentismo. Ni Puigdemont ha podido regresar del destierro, ni ha podido ser investido en la distancia, ni lo de Jordi Sánchez funcionó, ni lo de Jordi Turull tampoco, aunque este último fracaso -o logro, según se mire- cabe atribuírselo a la CUP, que se anticipó al juez Llarena.
Las promesas de los discursos son retórica sin importancia y un Estado no es un tertuliano para comentar lo que dicen o dejan de decir los diferentes -y cada vez más grotescos- personajes públicos que toman la palabra. El Gobierno, y el Estado en general, estarán pendientes de los hechos, y las ilegalidades serán castigadas como lo han sido hasta ahora, desde el fugado Puigdemont hasta los Jordis encarcelados, pasando por la cuantiosa multa que ha tenido que pagar Artur Mas.

Si Quim Torra tuviera ni que sólo fuera una pequeña parte de la sinceridad que ha reclamado en su discurso habría reconocido que ha preferido el cargo autonómico a la aventura republicana de forzar unas nuevas elecciones y de bloquear la política catalana y en parte la española, que es lo que pretende un sector de la CUP, que intentará el domingo que la formación transite de la abstención a votar en contra de la investidura. Si Quim Torra tuviera la dignidad que tanto ha reclamado a los catalanes, citando a Francesc Macià, reconocería que él es con su candidatura la penúltima extensión del artículo 155, que preveía la formación de un gobierno autonómico con un presidente legal y que por lo tanto prometiera la Constitución.
Lo que importa de todo este proceso es que los partidos que declararon la independencia la negaron ellos mismos presentándose a las elecciones autonómicas convocadas por el presidente Rajoy. Lo que importa hoy en Cataluña y en el resto de España es que los que violaron la Ley están en la cárcel o en el exilio. Y lo que importa para entender el alcance moral del independentismo es que el tan supuestamente radical Quim Torra, a la hora de tomar sus decisiones personales y concretas, ha optado por la autonomía, por el cargo autonómico, por el sueldo autonómico, por la pompa autonómica, aunque haya querido taparse las vergüenzas con un discurso de vendedor de pócimas milagreras.
Su probable investidura el lunes -que de todos modos no hay que dar por descontada, porque la CUP es capaz de cualquier cosa, y la última encuesta sugiere que le irían muy bien unas nuevas elecciones- será la investidura de un nuevo presidente autonómico, votado por un parlamento autonómico y que estará sujeta a la vigilancia de la Ley como lo estamos todos los súbditos españoles.
Con su candidatura han muerto, como mínimo, tantas promesas «republicanas» como las que en su discurso ha proferido, y algunas eran exactamente las mismas. Más retórica de lo que está muerto, queriendo hacer ver que todavía vive.
ESTAMOS INMERSOS EN EL RIDICULO INTERNACIONAL SI LAS LEYES NO FUNCIONAN CAMBIEMOSLAS,SI LOS POLITICOS O GOBIERNO IGUALMENTE, PERO ESTO NO PUEDE SEGUIR ASI.

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